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miércoles, 30 de octubre de 2013

Bioshock Infinite (Parte 7)

-Los mataste, no puedo creer que lo hicieras… están todos muertos.- susurraba Elisabeth apoyada en una barandilla al lado de una palanca.

Al parecer para subir al dirigible tenían que montar en una especie de tren que viajaba por los raíles que llevaban mercancía.

-Elisabeth…

-¡Eres un monstruo!-le gritó pegándole un fuerte empujón.

-Pero ¿Qué pensabas que iba a pasar?- le preguntó cuando recuperó el equilibrio.

-¿Qué?

-¿No entiendes lo gastos en los que ha tenido que incurrir esa gente para mantenerte encerrada en esa torre?- aclaró Booker mientras accionaba la palanca- ¿Crees que te van a dejar escapar así por las buenas? Eres una inversión. No estarás segura hasta que estés lejos de aquí.

-¿Qué quieren de mi?

-No sé, pero será la última vez que dejo que se me adelanten- se miró la mano que había sido atravesada por el cuchillo.

-A ver, déjame ver la herida- arrancó una tela de su vestido y le envolvió la mano con ella- Lo que acaba de pasar ahí, no se ha terminado ¿Verdad?


-No lo sé. Esta ciudad cada segundo es más extraña.

Continuaron andando a través de unos pasillos que parecían ser de una estación, había relojes por todos lados. Las paredes eran de mármol amarillento y estaban decoradas con cuadros. Llegaron a un descansillo en el que había gente, todos salieron corriendo al ver a Booker. Había una palanca con un símbolo que consistía en la cabeza de un caballo atravesada por un rayo. Tenía un cartel que ponía "Solo funciona con jinete eléctrico".

-Perfecto, a ver de donde demonios voy a sacar yo eso.

-He visto un cartel con el mismo símbolo que ponía "Sólo en el Salón de lo Héroes". Quizás deberíamos ir por allí.-le dijo señalándole lo que parecía ser a lo que hacía referencia, más que nada por el cartel que lo decía en la puerta.

-Vaya, mira que práctico.

Los altavoces de la ciudad comenzaron a funcionar.

-¡Caballeros! ¡El falso pastor anda suelto por las calles de Columbia! ¿Sufrirán la vergüenza de permitir que sus mujeres e hijas sean presas de sus maquinaciones o actuarán? ¡Actúen por sus mujeres! ¡Actúen por su profeta! ¡Actúen!

Ignoraron la megafonía y se dirigieron hacia el establecimiento, nada más entrar se encontraron con un ascensor común y corriente. DeWitt apretó el botón y éste comenzó a subir. Pero a mitad de recorrido se detuvo, había fallado los fusibles. Booker abrió la caja en la que estaba el circuito eléctrico. De ésta salió una abeja.

-¡Oh, mierda, una abeja, odio a esos bichos!

-Mátala, no es tan difícil.

-No, pobrecilla, mejor abriré un desgarro.

-¿Un qué?

Elisabeth hizo el gesto de estar desgarrando el aire con las dos manos poco a poco, y en un gesto brusco, la pared del ascensor se convirtió en un ventanal que daba a un largo campo con flores.

-¿Qué coño?

-Es un desgarro, solía abrirlos a menudo en mi torre.

-¿Qué son los desgarros?- Booker miraba anonadado.

-Son... ¿Como decirlo? Una ventana, como una ventana a otro mundo. Normalmente son muy sosos, como una toalla de otro color, o té en lugar de café. Pero, a veces ves cosas asombrosas. Entonces los abro del todo, mira.

-¡Dios santo! No tendrás un dirigible por ahí ¿Verdad?

-No, un dirigible no, pero hay algo- se asomó por el ventanal- Yo... ¡Oh no!

De lejos se podía avistar el pájaro metálico que vigilaba Monument Island volando a toda velocidad hacia ellos.

-¡Ciérralo!

-¡No puedo!

El pájaro se dirigía hacia ellos a una velocidad impresionante, y Elisabeth no podía cerrar el desgarro. Aquello era una muerte segura.

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