Booker miró
detenidamente aquel pasillo ahora que el dirigible había caído. Él estaba allí
para completar una misión, era un mandado como otro cualquiera, debía acabar
con ello lo antes posible y así volver a su vida anterior. Se detuvo a mirarse
la mano, estaba rodeada de aquella llama verde producida por el vigorizador. “Esta
ciudad es impresionante” pensó. Era un pasadizo sencillo, con paredes metálicas,
el cual desencajaba con la decoración de la ciudad. Salvo el ascensor que había
al final, ese era de madera con adornos en oro, al igual que casi todas las
puertas de Columbia. DeWitt llamó al ascensor, entró y éste, sin apretar ningún
botón, ascendió lo que supuso que era un piso nada más. Pero ¿Dónde estaba? Al
fin y al cabo acababa de salir de un dirigible ¿No? Ya podía esperarse lo que
fuera de aquel sitio: ascensores sin ningún impulso, bebidas que otorgaban
superpoderes, edificios voladores y religiones suicidas. No tenía ni idea de
cómo podía haberse metido en aquella situación. Pero no podía irse hasta acabar
con su cometido. El elevador se detuvo. La puerta se abrió y dejó a Booker en
frente de una palanca empotrada en la pared. Si giraba a la izquierda tenía un
largo pasillo por delante. Hizo un pequeño gesto con la mano izquierda rascándose
la palma de la mano con el dedo anular de la misma. En ese momento su mano se
incendió de fuego rojo, tal cual había pasado al beber el segundo vigorizador.
Ahí fue cuando lo entendió todo. Con los dedos de la mano izquierda controlaba
los vigorizadores, y con la derecha el campo magnético. ¿Pero que pasaba si tenía
más de cinco vigorizadores? Seguidamente hizo el mismo gesto con el dedo corazón
y su mano se convirtió en aquella garra de cuervo. Soltó una pequeña risa. Que
va, no fue pequeña, se rió a carcajada limpia. “¿Quién cojones va a pararme
ahora?” gritó y siguió riéndose. Al parecer allí no había nadie, porque en ese
caso se habría alertado de su presencia. Agarró la palanca con la mano del
cuervo y la accionó. No ocurrió nada, al parecer el mecanismo estaba apagado. No
lo pensó dos veces y acaricio la palma de su mano con el dedo meñique, ésta se
envolvió en las llamas verdes. Volvió a accionar la palanca. Esta vez con mejor
resultado. La pared donde se encontraba se abrió de lado a lado y dejó ver lo
que parecía un escritorio con una pizarra detrás. En ella había muchísimos
garabatos amontonados en una espiral cuadrada. Y el escritorio estaba lleno de
plumas las cuales Booker podría vender por un par de monedas. Pero se contuvo a
romper el cristal que le separaba de aquel sitio, por si acaso activaba alguna
alarma. A su izquierda tenía otro pasillo el cual siguió sin pensarlo dos
veces. Al final de éste, en una pared había una especie de cuadro de control el
cual ponía “Rastreador de sujeto” seguido de diferentes nombres de
habitaciones, como “Cocina”, “Baño” o “Salón de juegos”. Con la mano zurda,
DeWitt apretó un botón rojo que había en el cuadro y la habitación con el
nombre de “Camerino” se iluminó. “Perfecto, allí es donde está” dijo Booker,
que tras poner la mano sobre la puerta que tenía a su izquierda, la cual se
abrió hacia arriba, impulsada por algún mecanismo, se dispuso a encontrar el
camerino.
Tras esa puerta
se extendía un largísimo pasillo con un montón de puertas similares a la que
acababa de abrir. Pero una destacaba entre las demás, porque tenía un cartel
iluminado encima, obviamente, era su destino. La abrió igual que la otra, y
misma imagen, una palanca apagada con una compuerta. La accionó. No pudo creer
lo que veía, era Elisabeth. Estaba a un estúpido cristal de separación de completar
su misión. Allí estaba, en persona era hermosa. Peinando su pelo castaño, con
esos ojos azules cobalto que te hipnotizaban. Pero, un momento ¿Cómo es que no
veía a Booker? Al fin y al cabo si él podía verla a ella, ella tenía que poder
verle a él. Error, la chica se acercó al cristal y se puso a peinarse. O le
estaba tomando el pelo o ella, realmente, estaba viendo un espejo. Mientras
ella seguía su labor, DeWitt, encantado por tan hermosa figura, notó que le
faltaba un dedo en la mano izquierda, el meñique. ¿Tendía algo que ver con los
vigorizadores? Sin pensarlo dos veces, Booker golpeó el cristal fuertemente con
el puño. No se rompió, ni un rasguño. Tocó la palma de su mano con el dedo
corazón, y la colocó sobre el cristal, que empezó a echar humo y a ponerse
rojo, pero no se derretía, ni se rompía. Sacó la pistola y le pegó un par de
tiros, pero seguía sin inmutarse. Y al parecer, Elisabeth no escuchaba nada.
Debía estar escuchando algún tipo de música. “Tiene que ver alguna puta forma
de pasar” pensó Booker.
La chica dejó el
cepillo en una mesa y levantó una foto. Era París. Una preciosa foto de la
torre Eiffel. DeWitt nunca había estado en París. Bueno, el nunca había estado
en ningún sitio. Agarrando la fotografía, lanzó un suspiro y se marchó. La
compuerta se cerró y en un panel a la derecha de Booker se iluminó la habitación
llamada “Comedor”. Salió de la habitación y partió hacia allí. Mientras
caminaba, pudo comprobar como el fuego de su mano no le afectaba, ni siquiera
sentía el más mínimos calor y su ropa no se quemaba. Fantástico. Se preguntó si
habría más de esas bebidas. Eran la ostia.
No le costó
encontrar la habitación, porque al igual que la anterior, también se iluminó. Repitió
el mismo proceso con el vigorizador y la palanca. Esta vez, Elisabeth se
hallaba pintando un cuadro, con la torre Eiffel, era clavadito a la foto. De
repente, la chica puso las dos manos en el medio del cuadro, en forma de garra,
y estiró hacia los lados. De la nada, se abrió una especie de portal, adivinaréis
que era. Sí, París, una preciosa vista de la torre Eiffel. Desde lejos comenzó
a oírse una sirena, y pasó poco tiempo en que se viesen las luces de una ambulancia
conduciendo contra Elisabeth. La cual, asustada hizo un gesto rápido con las
manos y cerró aquel “portal”. DeWitt estaba alucinado y acojonado a la vez.
-No sé que
mierda ha sido eso, pero seguro que no tiene nada que ver con lo que he venido
a hacer. Este trabajo no deja de empeorar.
La chica se
marchó corriendo y en otro panel de control se iluminó la habitación llamada “Biblioteca”.
Le costó menos encontrarla que las otras, dado que se trataba de una puerta
enorme al final del pasillo. Cuando fue a abrirla, notó que estaba mucho más
dura que las demás, es más, estaba sellada. No podía abrirla con Posesión pero decidió utilizar la fuerza
bruta, se equipó la mano con Beso del
diablo, hizo el gesto de arrojar algo, y como suponía, de su mano se formó
una especie de meteorito que al impactar contra la puerta la fundió por el
medio y le hizo un buen agujero, por el cual se metió Booker. Aquella puerta no
daba al mismo sitio que las demás, y mucho menos a una biblioteca. Te sacaba a
la “calle” o sea, a la parte exterior de la estatua, que confirmando sus
sospechas, se trataba de Monument Island.
Desde ahí arriba se podía ver toda la ciudad. Para hacer la gracia, Booker lanzó
un par de piedras en llamas con aquel vigorizador. De esta forma pudo comprobar
que no se trataba de algo infinito, porque su mano se apagó tras tirar tres
meteoritos y no podía lanzar más.
Se encontraba
encima de una pasarela la cual subía hasta la cabeza de la estatua. Obviamente,
como no había otro camino, fue el que siguió nuestro protagonista. Llegó al final de la pasarela y se encontró
con otra puerta metálica la cual sí que se podía abrir.
Cuando pasó no
se llevó ninguna sorpresa, solo una simple habitación con el suelo agarrado con
cadenas al techo, estaba claro de que si rompía aquellas cadenas el suelo caería.
Pero ¿A dónde? Al final de la habitación había una puerta como la anterior, así
que quiso hacer lo más sensato y se dirigió hacia la puerta. Al parecer, el
suelo no era un suelo verdadero, si no una plataforma que sujetaba una lámpara
en la habitación de abajo, y esa puerta estaba más que nada que para el mantenimiento
de esa plataforma. Esto comprobó Booker cuando las cadenas se rompieron y calló
a lo que parecía ser una biblioteca. Se agarró por casualidad de una barandilla
y cuando fue a ascender se encontró cara a cara con Elisabeth, la cual sujetaba
un libro.
-Eh… Hola- saludó
DeWitt dolorido dado que se había pegado un fuerte tirón en el brazo, pero la
chica pegó un grito y comenzó a tirarle libros de las estanterías- ¡Eh, eh! ¡Para
ya! ¿Quieres parar? ¡Déjalo de una vez!- gritaba mientras la joven seguía tirándole
libros y todo lo que había en las estanterías. Cuando ésta agarró una silla y
fue a golpearle con ella- ¡Para! No he venido a hacerte daño.
-¿Quién eres?-
preguntó la chica sin bajar la silla.
-Me llamo DeWitt.
Soy un amigo. He venido a sacarte de aquí.
-¡Oh! ¿Eres de
verdad?- la chica se ablandó.
-Lo suficiente.
De repente, una
estatua que había detrás de él empezó a emitir una melodía.
-Ya se acerca.
Te tiene que ir- le gritó la chica empujándolo.
-¿Por qué? ¿A dónde?
-No te conviene
estar aquí cuando llegue… ¡Un momento, me estoy vistiendo!- gritó la chica
mirando hacia arriba.
-Puedo sacarte
de aquí.
-No hay salida,
créeme, la he buscado ¡Para ya! ¡Eres demasiado impaciente, ya basta!- volvió a
gritarle a aquella presencia que al parecer estaba encima de ellos.
-¿Y que hay de
esto?- Booker sacó la llave que tenía en la caja que le dio aquella mujer en la
barca.
-¿Qué le pasa?-
preguntó sin mirarla.
-Es la forma de
salir ¿No?
-¡Oh! Pero ¿Qué estás…?
¡Dame eso!- gritó al ver la llave y se la arrancó a DeWitt de las manos.
La chica salió
corriendo hacia una puerta que había en la sala. Metió la llave y la giró. Al
parecer se activó algún mecanismo y la puerta comenzó a hacer ruidos extraños.
-¡Es una salida!
Entraron los dos
rápidamente y empezaron a correr por los pasillos, subiendo y bajando escaleras
mientras todo a su alrededor se iba derrumbado, había algo golpeando el
monumento.
-¡Es Songbird! ¡Se
encarga de mantenerme aquí encerrada!
-¡Eso ya lo
veremos!
Siguieron
corriendo, al final se toparon con el recorrido que Booker había estado haciendo
hasta llegar a la biblioteca. Pasando justo al lado de la puerta fundida.
Cuando llegaron al ascensor por el que había subido hasta el monumento,
Elisabeth vio aquel cristal por el cual él había visto el escritorio con las
plumas y la pizarra.
-¿Qué es todo
esto? ¿Me estaban observando? ¿Todo este tiempo? ¿Por qué? ¿Por qué me encerraron aquí? ¿Qué soy? ¿Qué coño soy?
-¡Eres la chica
que va a escapar de esta estatua!
De repente, de
la puerta del ascensor salió una gigantesca garra metálica que casi aplasta a
Elisabeth contra la pared. Y cuando se retiró, en el agujero se posó un ojo metálico.
DeWitt reaccionó rápido, se equipó con el vigorizador del cuervo y con el mismo
gesto de lanzar meteoritos le arrojó un cuervo que se materializó de su mano. El
animal empezó a picotear el ojo, el cual se retiró y dejó a ver un montón de
vigas aboyadas que llevaban a unas escaleras. Booker y la chica saltaron hacia
ellas y comenzaron a subir por las escaleras. Al ver que Elisabeth iba primero
le advirtió que se quedara atrás.
-¡Cuidado
Elisabeth!
-¿Cómo sabes mi
nombre?
-Ahora no, luego
te lo explico.
Llegaron al
final de la escalera, y se encontraron con una puerta, ni siquiera se preocupó
en ver si estaba abierta, acaricio dobló el dedo anular y lanzó un meteorito a
la puerta la cual se fundió entera y les dejó pasar a la parte exterior de la
estatua. Al ver que estaba rodeada por raíles lo vio claro, se puso en la mano
aquel gancho que le robó al policía, el cual llevaba enganchado al cinturón,
agarró a Elisabeth de la mano y se tiró al hacia uno de ellos acompañado del
grito de horror de la chica, que no entendía que era lo que estaba pasando. Mientras
se deslizaba por los aquellas vías aéreas podían contemplar como Monument Island iba siendo destrozada
por lo que parecía ser un pájaro gigantesco. El “animal” les perseguía por la
ciudad mientras ellos sin poder detenerse por la velocidad, seguían huyendo por
los raíles. Al llegar a un puente, en el cual estaban soportadas las vías, el pájaro
se lanzó directamente hacia él, destrozándolo por completo. Parecía que tuviese
inteligencia. Entonces, nuestros protagonistas cayeron a lo que parecía ser
agua, sí, agua. Flotando en el cielo. Booker perdió a la chica de vista y
aterrizó junto con los escombros del puente. El pájaro cayó encima de él, pero
como él estaba más hondo no llegó a tocarlo. Allí, la criatura le miró con su
ojo amarillo, el cual de repente se rompió expulsando un líquido negro. Entonces,
DeWitt perdió el conocimiento y entro en un profundo sueño.
Pero ¿Dónde
estaba Elisabeth?
No hay comentarios:
Publicar un comentario