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domingo, 22 de septiembre de 2013

Jaque Mate

Apenas mis fuerzas me permiten escribir con claridad. Mi débil cuerpo lucha por mantenerse vivo, mientras que en mi mente, no hay nada y todo a la vez. Estoy… desorientado prácticamente. Llevaré unas tres horas vagando entre árboles, montañas y demás naturaleza salvaje. No sé donde estoy, no sé como he acabado así. No sé que me ha pasado… Pero sé, con seguridad, que esto es culpa de ese maldito lugar… No debí hacer caso aquel viejo.¿A qué maldita hora dios mío? ¿A qué maldita hora le hice caso a ese desconocido? Ahora, aquí me encuentro, sin fuerzas, perdido, con hambre, dolor de cabeza y mil preguntas que rondan mi mente.

Estoy incomunicado, lo único que tengo, es este bolígrafo que sujeto, y con él, cual a duras penas intento dejar constancia de mi trágico suceso. Este bolígrafo será el medio de comunicarme con quien quiera que me encuentre. Pues estoy describiendo mi muerte.

Lo sé, no voy a sobrevivir. Y no sé si llegare a mañana… La noche me da miedo. Mucho miedo, y más en este lugar. Pienso pues, que es mi hora. Que me toca marchar… Y… Lo mas irónico de todo; En este lugar, donde no hay nada, ni civilización cercana, ni animales, ni insectos, ni pájaros… Al despertar en aquel viejo sofá, en la salida, en la puerta de ese lugar, esa zona, ese particular más allá, tenía este montón de folios y este bolígrafo.

En su momento, no entendí nada, así como nada entiendo todavía. Pero, ahora. Ahora sí sé porque tenía un bolígrafo y hojas de papel esperando a mi despertar… Porque eso, lo que quiera que sea, quiere que me despida, que diga adiós por última vez. Es como un último movimiento que busca ofrecerme. No sé si lo hará por morbo, por ver como sus víctimas firman así su final con lo vivo, para dar paso a la oscuridad eterna. O tan siquiera se si es real todo esto… pero… sé que no voy a salir de aquí. Y por ello, usaré esto, para despedirme de los míos, y para pedir ayuda, pese a que esté muerto cuando encuentren esto algún día, si lo encuentran… O, si me encuentran…

Elena cariño, perdona que me marché sin despedirme de ti. Lo siento. Siento que tengas que vivir con el peso y la carga de lidiar con mi muerte. Prométeme que serás feliz, que encontrarás otro hombre que te sepa cuidar y proteger, mejor de lo que yo lo hice… No llores por mí. Yo, ya estoy muerto…

Papá, mamá. Dicen que es duro sobrevivir a tus propios hijos. Siento ser yo el que se tenga que ir antes de este mundo… Por favor, no sufráis. Estaré bien. Estoy seguro… Cuidad de mis hermanos y ayudad a Elena en lo que podáis, por favor… Os veré allí arriba pronto. No temáis por mí. Sed felices… Os quiere y os querré eternamente… Vuestro hijo y esposo, César Adrián Vilavés.

PD: Quiero dejar estos datos, por si me hayan descompuesto o devorado por cualquier animal y no pueden identificarme. Mi sangre es A positivo, mis ojos azul claro, calvo, treinta y tres años… En estos momentos, porto mi camiseta favorita, Elena la conoce, la roja con una cámara simbolizando un corazón… No sé que mas pistas dar… Solo pido paz para mis restos…

Si ahora mismo me preguntas, si creo en el más allá, en espíritus, poseídos, vida extraterrestre, Dios… Creo que diría que sí.

Sin embargo, a lo largo de mi vida, he sido una persona incrédula. Agnóstica en todos los campos y sentidos… Ciencia y religión. No he sido nunca hombre de fe… Nunca he creído en nada.

Tan solo creía en lo que veía. No aceptaba ni las teorías ni las hipótesis tan siquiera… En ese aspecto de mi vida, creo que daba bastante asco… Y, otra ironía, es que, soy periodista. Periodista de investigación.


Trabajo, bueno, debería decir, trabajaba… Porque seamos realistas, estoy muerto. Trabajaba como reportero de investigación para una revista de ciencia, misterio, arqueología… No era de extrañar que fuera el último trabajo al que podía acceder. Pero, muchas veces, la firmeza de no creer en lo sobrenatural, te permite ser mas exacto y objetivo en tu empleo, sobre todo, el mío.

Es por ello por lo que me cogieron en esta publicación. Pues, conocí y conocía a mis compañeros. Gente con sus diferentes creencias, sus diferentes teorías, diferentes visiones de las cosas… Pero allí estaba yo, para echar por tierra todo aquello. No es de extrañar que no soliesen hablar conmigo más que lo necesario. Realmente, era una mierda como persona… Cerrada, encerrada en su visión del mundo, egoísta en ocasiones. Cabezota y pretendiente de portar razón a cada momento.

Ahora pienso, como la vida nos pone sus cartas en la mesa y nos conduce hasta estos puntos. Donde nos hace ver a la fuerza el cómo somos realmente… Ahora sé que sienten y que decían todas esas personas que decían aquello de; No valorarás tu vida, hasta que tengas la muerte ante los ojos. En su día, me reía en sus ojos precisamente… Hoy, doy fe de que tenían completa razón y el equivocado era yo. Pobre de mí pienso ahora…

Si mal no recuerdo… era Martes, cuando salí de mi casa en dirección a una vieja destilería abandonada en los páramos de una llanura en lo alto de un valle, cerca de Ardabán. Algo raro de ver, en mitad de un valle una destilería, pero en fin, cosas mas raras se han visto. Debía ir a tomar unas fotos del lugar y recoger información por la zona sobre su historia, para un reportaje de lugares abandonados. Así que, cogí mi cámara de fotos, mi cuaderno de notas y salí en dirección a mi destino.

Mi ignorancia geográfica no me permitió llegar al lugar sin prescindir del uso de un GPS. GPS, en el cuál no aparecía Ardabán. Por lo que, lo programé para que me indicara como llegar hasta el pueblo mas cercano a él. Para ello, tuve que parar en una gasolinera y consultar un mapa.

Tras siete horas de viaje, llegué a Rivieta. El pueblo más cercano a Ardabán. Este al menos, sí aparecía en el GPS. Decidí hacer noche en algún hotel o pensión que pudiera encontrar… Pero, el pueblo no tenía nada de eso. Era un pueblo medianamente pequeño, de casas de no mas de dos o tres plantas la que mas. Un pueblo en lo alto de la montaña, en paz con la naturaleza, sin apenas ruido, mucha luz, aire fresco… Un verdadero paraíso para los amantes de la naturaleza. Sobra decir, que la mayoría de la población era gente mayor. Pocos son los jóvenes que se veían en sus calles. Y de hecho mejor, pues la presencia de los mismos en este humilde pueblo sería arruinar su belleza natural.

Tras llegar y dar un pequeño paseo por el pueblo, lo siguiente que hice, fue buscar un bar donde tomar algo y relajarme un rato. Llevaba conduciendo como cuatro horas desde la última parada que hice, y después, estuve como otra hora recorriendo las calles del pueblo. Aproveché para preguntar al dueño del mismo, cómo llegar a Ardabán. Me respondió, que Ardabán estaba muy escondido, pero que tomando un desvió por un camino de cabras (casi literal como mas tarde pude comprobar) me llevaría hasta Ardabán. Le pregunté, si acaso no era un pueblo al que se podía acceder en coche por carretera.

M respondió que no. Que Ardabán se encontraba en la actualidad abandonado. Sus últimos moradores acabaron por venir a vivir a Rivieta. Allí apenas vivían ya siete o nueve personas mayores. Y el ayuntamiento de Síjar les procuro una vivienda en Rivieta. Desde entonces, Ardabán no es mas que historia… Algunos pastores locales de la zona, usan aun las pocas casas que se resisten a morir a manos del paso del tiempo, como protección en días de tormenta, o simplemente, como un lugar donde descansar de la trashumancia.

Aproveché para preguntarle acerca de la vieja destilería abandonada, que andaba buscando. Respondió que, según a quien preguntes, te dirá una u otra cosa. Queriéndose referir con ello a que, los habitantes de más antaño de la zona, coinciden en que era una destilería clandestina, llevada por una familia bastante peculiar. Y dicen peculiar, porque tan solo el padre de esa familia, bajaba una vez a la semana a Ardabán a vender o intercambiar alcohol por algo de pan, leche, queso… Algo de comida, en concreto… Otros, te dirán que no era una destilería, que tan solo era una casa en la mas lejanía del valle, incomunicada con Ardabán de difícil acceso, y que era habitada por una mujer mayor que se fugó de un psiquiátrico… Así como otros prefieren no hablar del tema para evitar que la gente vaya a destrozar el lugar. Otros, no saben ni de su existencia.

Le pregunté entonces, si podía de algún modo hallar cómo llegar. Guardó algo de silencio y me miró. Me dijo, que no lo sabía con plena certeza, y no quisiera ser el, culpable de mi pérdida en esos caminos… Pero, me dijo, que había un camino por el cual se podía llegar. Antes de portar la pequeña taberna que regentaba, fue pastor desde que tenía seis años. Y conocía bastante bien aquella zona. Aunque me advirtió que perderse era fácil. Me indicó que, para llegar tenía que cruzar Ardabán en línea recta, y vería una especie de sendero de piedras junto a un tronco de árbol quemado. Ese camino todo recto, hasta llegar a una pequeña fuente natural proveniente de una alta montaña. Ahí, debía girar a la izquierda y seguir recto. Con el paso del andar, iría apreciando un pequeño valle, justo en el, vería la destilería. Una vez encontrada, solo había que bajar. Eso sí, debía marcar y señalizarme bien por donde había venido. Una vez bajas, debes saber volver por donde descendiste. Me dijo como aviso… Yo, simplemente, tomé nota.

Hice noche en el coche, algo que, por desgracia no era nuevo para mí. Al día siguiente, después de desayunar, me puse en marcha. Tan solo unos dieciséis kilómetros me separaban de Ardabán. Y a pesar de que no había prisa, no quise salir muy tarde. Algo me decía que se me harían las tantas entre buscar, fotografiar y volver de ese jodido lugar recóndito.

La carretera (o camino mejor dicho) era literalmente de cabras... Era tierra y grava, era difícil casi ver el camino. Era muy estrecha, con curvas cerradas, subidas y bajadas… En algún momento, llegué incluso a tener un poco de miedo. Ver la caída que a mi izquierda había intimidaba hasta el más valiente.

Aquellos dieciséis kilómetros se me hicieron eternos. Ir a velocidad reducida, junto con tanta curva y desnivel, te hace parecer que mas de dieciséis, habían como el doble o mas… Pero llegué al famoso Ardabán sobre las diez y cinco de la mañana. El sol estaba fuera y sus rayos desprendían un calor muy agradable. Pese a estar en una zona alta, el clima era estupendo. Algo bueno pensé.

Aparqué el coche en un pequeño, llamemos, retiro de malas hierbas que había a la derecha una vez llegas arriba del todo, a las puertas del pueblo. Bajé y, apoyé mis brazos sobre la puerta del coche, mirando embobado el pueblo y su trágico destino y abandono… La verdad que el paraje que le rodea es bello.

El pueblo, de escasas quince viviendas, podría aventurarme a decir, estaba bastante en conjunto. Las casas no yacían muy aisladas unas de otras… Tristemente, el abandono era quien vivía en Ardabán a día de hoy… Los escombros parecían lágrimas de las pequeñas casas que un día protegieron al frágil hombre del estupor de la naturaleza.

Sin animo de perder mas tiempo, recogí mi cámara, mi mochila y me puse en marcha. Creí que sería más dificultoso hallar el camino. Pero, sin duda, era todo recto. No había pérdida. A diferencia de Rivieta, Ardabán no tenía callejuelas por las que colarse, tan solo era un pasillo recto formado por sus hoy derruidas casas a ambos lados del mismo.

Avanzaba casi sin prisa ninguna, deleitado por la belleza de Ardabán. Pese a que la escena mas bien parecía representar la tortura de un pueblo que cada día moría un poquito más a manos del todopoderoso invencible paso del tiempo… Observé, que al final del mismo, lo que podríamos llamar, las afueras del pueblo, apreciaba lo que en su primer momento diría que era una caravana…

Su puerta descolgada de una de sus bisagras, parecía que pedía casi por favor caer a suelo y morir allí tranquila… Desprenderse de ese lazo en forma de bisagra que le unía todavía con la fachada de la casa en la que un día formó parte, siendo la franja entre el interior, y el exterior… Interior y exterior de todo lo que la familia que allí hubo viviera.

Casi con una caricia, la abrí suavemente, asomándome con delicadeza. Pues, adoro y me fascinan los lugares olvidados… Por ello los fotografío y es mi pasión. Pero, sobretodo, no toco nada de lo que haya en el lugar. Eso forma parte del lugar, del tiempo, de antaño…

Tras hacer un par de fotografías de la casa por dentro, volví a salir y a emprender mi rumbo. Recorría la calle principal y, allí estaba. No estaba equivocado. Era una caravana. Bastante vieja, abandonada supuse al instante. No tenía ruedas tan siquiera.

Supuse que sería de los pastores. La usarían a modo de refugio en sus jornadas de pastoreo y trashumancia. La verdad que era una escena que llamaba bastante la atención. Una caravana, en un pueblo que apenas tenía luz, un contraste un poco áspero. Sin duda, pensaba fotografiarla. Así que, me acerqué hasta ella. Como desde la lejanía ya pude observar. Estaba totalmente desahuciada, no tenía ruedas. Las ventanas estaban tapadas con cartón y la carrocería había sido abatida por el óxido.

La puerta, estaba cerrada. Un cajón de madera hacía de escalón como acceso a su interior. Subí en el y me dispuse a abrir la puerta. Pero, estaba cerrada, para mi sorpresa.

Por un instante no me sorprendió mucho. Los pastores la mantendrían así para que ningún animal o vándalo entrara. Aunque los vándalos nunca suelen entrar por las puertas, precisamente…

La curiosidad me llamaba a fotografiar ese peculiar vehículo u hogar de chapa oxidada, según se quiera ver. Por lo que, empeñado en ello, cogí el cajón de madera que hacía de escalón en la puerta, y lo puse bajo la ventana encartonada. Subí a el y, quité el cartón. Justo en ese momento, me llevé un susto que casi me tira de la caja.

Un viejo abrió la puerta de la caravana. Y, sin mediar palabra, se quedó mirándome fijamente. Su rostro era casi cadavérico. Su pelo blanco, era escaso, muy escaso, alborotado, sucio y despeinado. Uno de sus ojos me atreví a aventurar que era de cristal. Después pude comprobar que no lo era, era natural, pero inservible. Pues era ciego de ese ocular.

Todo eso, pasó por mi mente en escasas milésimas de segundo. Lo primero que hice tras calmar mi acelerado corazón, fue disculparme enseguida, bajar del cajón y devolverlo bajo la puerta, de donde no debí haberlo quitado.

Mientras hacía tal cosa, me preguntó que hacía ahí. No se molestó ni en preguntar que intentaba hacer en la ventana… Era extraño ese personaje. Pero, la situación no me permitía fijarme en más detalles. Abrió su puerta y se presentó delante de mí. Volviendo así a preguntarme que es lo que hacía en un pueblo abandonado como aquél.

Casi tartamudo por unos instantes le respondí que iba en busca de la vieja destilería que había abandonada mas allá.

De nuevo, guardó un modesto e incómodo silencio por unos instantes, diciéndome a continuación que para acceder a aquél lugar el acceso era difícil. Debías conocer bien el entorno.

Le insistí que en Rivieta, me dieron unas indicaciones bastante claras. Antes casi de que terminara de explicarle cuales eran dichas indicaciones, me dijo rotundamente. Te han engañado. ¿Perdone? ¿Cómo dice? Le pregunté bastante extrañado. Me respondió que la gente no tenía ni puta idea de la zona. Que solo hablaba de lo que oían de las malas lenguas. Que todo era mentira, que solo sabían que inventar chismorreos y barbajos. La verdad que parecía estar enfadado con los habitantes de Rivieta…

Yo comenzaba a sentirme un poco incomodo, pero no asustado. Así que le pregunté si el conocía el camino o alguno complementario de mas fácil acceso.

Me dijo que sí. Que el conocía el lugar como la palma de su mano. Sin detallarme mucho más, tan solo me dio unas breves indicaciones. Me dijo, que caminara unos doscientos metros al borde del pequeño desfiladero que había al noreste de su caravana. Vería una gran piedra con forma de plátano. Detrás de ella, a unos escasos pasos, había, aunque no muy perceptible, un pequeño camino de tierra que descendía rodeando el pico hasta abajo del valle.

Tan solo debía seguirlo. Una vez bajo en el valle, debía ir siempre dirección norte. No había perdida dijp. Verás la destilería en la lejanía a medida que te acerques. Está en mitad de la nada. No hay camino más fácil que ese.

Yo, sorprendido y muy agradecido, le di las gracias y le volví a pedir disculpas por el intento de entrar en su casa sin permiso. Cerró su puerta casi dejándome con la palabra en la boca, y decidí emprender la ruta.

De pronto, por la ventana frontal de la caravana, oí un fuerte golpe. Me giré, y su mirada se volvió a clavar en mí. Tenía algo que me helaba el alma… Abrió la ventana y me dijo; Ten cuidado viajero, todo el que baja ahí, pasa a formar parte del lugar.

No entendí en absoluto lo que quiso decir. Así pues, me limité a sonreírle y darle las gracias por el consejo. Supuse que sería un pobre anciano sin familia que vivía retirado de la civilización… La verdad, cuanto menos tiempo pasara cerca de él, mucho mejor.

Tras llegar por fin bajo la montaña, tras haberla rodeado en continuo descenso, seguí caminando recto, dirección norte, como me dijo el viejo, pero llegué a un punto en el que el camino cada vez se hacía menos visible. De todos modos, seguí avanzando, había llanura por delante, eso era buena señal.

Tras un rato caminando, no sabría especificar cuanto tiempo en concreto. Llegué a una pequeña cima del valle en el que me encontraba. Digo valle, pero, realmente, no era muy enorme aquello. Me asomé y en lo lejos, podía ver como se alzaba una especie de asentamiento. Pensé. ¿Será eso la destilería? Pensé interiormente…

No estaba completamente seguro, ya que, empezaba a haber vegetación, y más en concreto en aquella especie de asentamiento… Árboles, arbustos, rocas… Sin duda, no había nada más a mi alrededor, ninguna otra casa, ningún indicio de ruinas… Nada… La vieja destilería debía ser aquello. Así que, descendí esa pequeña inclinación montañosa y me dirigí camino al lugar.

Estaba mas lejos de lo que parecía desde allí arriba. Eran casi, las dos del medio día ya. Pero me tranquilizaba saber que había encontrado la vieja destilería. Lo que no pensaba, es que fuera a estar tan retorcidamente escondida. Pues, a medida que iba adentrándome en la maleza y a verme rodeado de árboles, tenía la sensación de que el camino se estrechaba hacia mi izquierda, como si la propia tierra me presionara a arrimarme hacia esa parte en concreto. Curioso, dejé de caminar hacia delante para caminar hacia mi derecha entre árboles, piedras, maleza y vegetación… Hasta que topé con una firme pared de roca que se alzaba sobre mi cabeza. Y que digo sobre mi cabeza. Sobre todo el lugar. Me aventuraría a decir que tenía la forma de una ola de mar, pero petrificada… Una montaña extrañamente curiosa.

Dado que las copas de los árboles, me dificultaban un poco la visión hacia el cielo, retomé mi camino y me dirigí de nuevo hacia la destilería. Mientras lo hacía, pensaba quién podría tener la ocurrencia de haber creado una destilería en tal lugar. Cierto es que estás bastante alejado de miradas, de la ley, protegido por el manto de estos árboles y esta montaña en forma de ola, pero… ¿No era un poco extraño?

Aún así, como persona racional que era, sabía que eso estaba ahí por algún motivo en concreto. Que yo no supiese cual era, no quería decir que no lo tuviera.

Cada vez, estaba mas cerca… Y para mi sorpresa, empezaba a aceptar que aquello, lo que desde arriba llamé asentamiento, y a mitad camino quise creer que era la destilería, no era, ni una cosa, ni la otra. Tampoco sabría decir si era un pueblo, un montón de chabolas, casas, o qué demonios era, pese a tener forma de diminuto pueblo… Hubo algo curioso, bueno, me pareció curioso, pero de pronto hallé la respuesta lógica, diciéndome una vez mas a mi mismo; ¿ves? Todo tiene una explicación racional, pues, de pronto, mientras caminaba, el sol dejó de resplandecer y alumbrar mi caminar, dando paso a unos rayos menos eficaces y vivos… Seguía habiendo luz, pero en menor medida. Y digo curioso porque me giré y veía el resto de bosque ser traspasado por los rayos enérgicos del sol. Sin embargo, desde mi punto en adelante y entorno, estaba mas apagado. Miré al cielo y observé que las copas de los árboles eran de igual tamaño que el resto.

Por lo que, no podría ser esa ausencia de sol culpa de ellas… Pensé obviamente al instante que el sol se estaría posando mas alto, y algún saliente o montaña cerraría el paso a la luz dejando en sombra esta parte del lugar.

A medida que me adentraba mas en el, llamemos bosque, pese a que no era mas que un pequeño entorno rodeado de árboles verdes y sanos, de no mucho espesor y de difícil pérdida. Pude ver, que en sus troncos, habían tallados escritos. Imaginé instantáneamente que serían parejas que conocían el lugar y venían aquí a pasar sus mejores tardes. El lugar era precioso y tenía su encanto a la par que… Otras ciertas cosas que me han conducido a esto… Me acerqué a uno de ellos, para ver que había en ellos escrito y tomar mi primera fotografía del lugar.

Realmente, esperaba ver escrito nombres de felices parejas. Pero me encontré con frases tales como “Sal” y “No, no, no”, repetidas veces. Están ahí, se podía leer también. Acompañando a estos raros escritos, no podían faltar las cruces invertidas y el triple seis… Algo que no es difícil encontrar en lugares como estos…

Fui a fotografiar otro árbol. En este, había una flecha diagonal que señalaba en una dirección concreta, miré, pero tan solo apuntaba a más árboles, en dirección a lo que parecía la entrada de la destilería. Pero, fue la casi borrosa frase que había un poco mas abajo de ella, la que me llamase la atención y me llevase a ver lo que califiqué de gran truco. La frase decía: “La perspectiva es la señal” No entendí muy bien, pero, supuse que había que mirar en la dirección de la flecha con algún tipo de perspectiva. Así que, como si al individuo que en su momento grabara eso en el árbol le estuviera siguiendo el juego, idiota de mí, reposé mi cara sobre el áspero tronco en busca de algo que visionar perspectivamente.

Pero, tan solo veía árboles tallados… Me costó un poco, pero, di con la clave. Me fijé, y pude observar que si mirabas con la perspectiva correcta, en los diferentes tallos de los árboles alejados se podía leer una palabra: “VETE”.

¿Vete? Pensé… ¿Por qué pondría vete? Esperaba no sé, encontrarme algo mas elaborado, el dibujo quizás de un pene. Típico de las pintadas habituales en lugares abandonados, o el mismísimo 666… Obra de Satán. Reí yo solo en ese instante...

Ignorando aquel truco de jóvenes aburridos, seguí mi camino, acercándome a la entrada. Los árboles, según me iba acercando más, estaban como más deteriorados, más viejos, con menos follaje… Era extraño… Pensé que podría ser por la falta de luz. Y hablando de luz, cada vez, poquito, pero se hacía mas oscuro. Parecía que el sol escondiese su faz con más rapidez que otros días.

Miré mi reloj y quede sorprendido, eran las cinco de la tarde. No podía dar crédito. Era remotamente imposible. Imposible en cualquier aspecto. El reloj estaba equivocado. Era imposible que me hubiese llevado tres horas llegar hasta aquí desde aquella pequeña montaña… No le di mucha importancia, y seguí adentrándome.

En estos árboles, no habían tallados, había algo mas… Como definirlo… En su momento lo catalogué de original, ahora, después de lo visto y de mi experiencia… No se si llamarlo advertencia, abstractismo, macabrería… Sigo sin saberlo todavía y dudo que logre saberlo… Pero, en una de sus ramas, encontré una pierna de maniquí vieja, sucia y deteriorada… Me llamó la curiosidad, y la fotografié como curiosidad.

No había observado ningún animal por la zona en todo mi largo camino. Excepto lo que parecían tres buitres bandando circularmente los altos de mi posición. No podía ver bien que eran por estar cubierto el cielo de las copas de los árboles pero, a pesar de eso, ni ardillas, ni conejos, ni pájaros, ni hormigas tan siquiera o gusanos de tierra… Era algo curioso también. Pero al momento supuse que a falta de sol, no hay vida. Di por contestada mi pregunta y por saciada la curiosidad. Tenía respuesta para todo… Catalogaba de virtud mi continuo racionalismo.

La siguiente escenita particular que me esperaba, era una rueda de tractor en mitad de un círculo de piedras… Me acerqué a ella, porque de hecho, pasaba por su lado en dirección a la puerta de entrada. Para mi sorpresa, dentro de la rueda había un muñeco bebé, sin ojos, con un vestido quemado y un cuchillo clavado en su vientre.

Sinceramente, la gente tenía una imaginación muy viva, tanto, que aunque no lo aceptaba e intentaba reprimirlo, empezaba a sentir un poco de incomodidad. La misma que sentía con los silencios momentáneos del viejo de la caravana. Aun así, seguí adelante. Y de pronto, la temperatura dio un bajón tremendo. Empecé a notar frío. Frío en pleno verano. Eran las cinco todavía, los rayos del sol no llegaban con plena fuerza, pero, llegaban y el clima hasta ese mismo instante era perfecto. ¿Cómo cojones podía pasar a tener frío en un instante? Fue un cambio brusco de temperatura. Lo que mis compañeros de trabajo llaman termogénesis. Pero bueno, para ello hay una explicación más racional, estaba seguro.

Una vez llegué, me esperaba una casa bastante enorme. No tenía puerta, y sin embargo, dentro, por lo que parecía, era poca la luz que la iluminaba. Con paso tímido y precavido, entré.

La casa, vieja, por supuesto, semiderruida, continuaba en forma de ancho pasillo hacia la derecha, en forma de arco. Pero, en la pared, había un enorme boquete un poco mas al fondo de aquel único y escabroso pasillo. La luz que por él buscaba entrar en la casa como un ladrón casi, era más bien débil. No podía ver con mucha claridad que había por el pasillo, pero, si es cierto que parecía que al lado de aquel boquete en la pared, algo estaba sentado mirándome a la espera.

Me dije que no serían más que paraeidolias. Así que me fui acercando con sumo cuidado de no tropezar con nada. Mientras me acercaba al boquete, oí una risa de niño. Me giré rápidamente y salí a la puerta, quizás me había seguido alguien pensé.

Salí, y sin pensármelo grité al vació si había alguien ahí. Mientras perdido miraba mi entorno, con aquellos árboles tallados, observé que la rueda de tractor ya no estaba en pie. Había caído al suelo. Era raro, muy raro, pero pensé que un golpe de viento la tiró y el ruido causado por ella, sumergido un poco por la situación inesperada del momento y el lugar dieron pie a mi imaginación, haciéndome interpretar el golpe como una risa de niño. Desde luego, el lugar empezaba a dar mal royo.

No era miedo lo que sentía. Pero, se me hacía complicada la estancia allí. A modo de orgullo, tampoco quise admitirlo pero, una vez entrabas en la casa, el aire era mas denso, respirar se hacia un poco mas complicado. Apenas, pero así era. Son cosas a las que les restaba importancia por todos lados.

Parecía que me estuviera encontrando con lo desconocido, no pudiéndolo aceptar como tal. Pues yo era una persona razonadora, y todo tiene un porque en la vida. Y este lugar no iba a ser la excepción que confirme la regla.

Así que volví a entrar en la casa, y me fui acercando a aquel boquete en la pared. A medida que me acercaba, veía más nítida cada vez una silueta que parecía estar sentada en algo. Con sumo cuidado fui acercándome, sin quitarle la vista de encima, pese a que aquello me estaba penetrando en el cuerpo. Esa imagen podía conmigo, tenía mas fuerza. Cuando por fin, gracias a la tenue luz que traspasaba por el boquete de la pared, pude observar que aquella silueta no era más que un payaso sentado en una silla de ruedas casi en mitad del pasillo.

Me reí de mi mismo y dije con voz; Me cago en la puta… Aquí ha montado alguien una atracción del terror. Y seguí riéndome. Pero, algo borraría mi sonrisa de golpe a repente. Un portazo proveniente de afuera llamó mi atención al instante. Salí y no ví nada ni nadie que pudiera haber ocasionado tal golpe de puerta… El lugar estaba en ruinas, y como toda ruina, con el paso del tiempo, se deteriora y muere un poquito mas cada día. Hasta llegar al punto en que llegan los derrumbes, peligrosos en momentos como este, en el que hay gente fotografiando el lugar. Pudo ser una piedra, un tejado, cualquier cosa. Me recordó a lo que mis compañeros que están mas metidos en materia y los cuales ponen nombre a todo… Podría decirse que es parecido a los ruidos en la noche del mobiliario que tenemos en casa. Creo recordar que a esos ruidos se les llama rat, o rat era el nombre que recibe esa especie de motas de polvo brillantes que se toman en fotografías con flash en lugares de penumbra… Yo en el mundo fantasmal no estoy muy puesto, no conozco esos nombres que designan… No es mi territorio. Sea como sea, el caso es que también las paredes, y más éstas en ruinas, sufren la dilatación y contracción del clima provocando ruidos. Así que, llámese como se llame, la explicación racional la tiene.

Cuando me giré de nuevo para fotografiar el payaso inválido… En fin, mi racionalidad se rompía a trozos, como un rompecabezas. Pues allí, no había nada. Estaba la silla de ruedas sí, pero ningún payaso en ella, esta vez había encima una especie de ficha encima, me acerqué y pude comprobar que se trataba de un alfil de ajedrez.. Algo más serio y con cierta especie de prisa recorriéndome el cuerpo sin saber el motivo me empujó a salir por el boquete hacia fuera.

Quién iba a imaginarse aquella escena… Me vino en mente la desolada ciudad de Prypiat, no sé por que, pienso que por el parentesco de la zona o porque mi mente busco algún archivo fotografiado parecido quizás como modo de autodefensa, buscando tranquilizarme con una foto que ya hubiese visto antes. Un poco tosco, comparar una ciudad inmensa, con una pequeña zona de quizás no más de cuatrocientos metros cuadrados, o a lo más un kilómetro… Pero, recordaba la vegetación de Prypiat que se fundía con la piedra, con los edificios, como borraba el recuerdo de aquella ciudad que un día fue golpeada por el hombre y sus manipulaciones con lo que está por encima de el… 

No tardé en darme cuenta, de que aquello, era una pequeña aldea en mitad de la nada absoluta. Y digo nada absoluta, porque no hay carreteras, caminos, ni río alguno… Animales, ruidos, sol… Es tétrico en cierto modo… No sé quien vivía en esas casas, quiénes eran los que construyeron ese pueblo y cuando. No sé cuántos años podría llevar alzado ese lugar. Pero sin duda, creo que nadie tiene conocimiento del mismo… Es increíble pensé.

En cierto modo, pensé que había dado con un reportaje de los buenos ¿Quien me lo iba a decir? Ir en busca de una vieja destilería en mitad de un valle perdido en la montaña, y acabar encontrando un pueblo o poblado escondido entre el bosque. Inexplicable a la par que sorprendente.

La verdad es que no me hice apenas preguntas de cómo era posible que eso estuviera allí, como se construyó, quién lo construyo o quiénes lo habitaron. Mi instinto racionalista y mi manía de buscarle a todo un porqué, se desvanecía… La emoción del momento y por el descubrimiento, me hizo borrar esa pequeña mala experiencia con el payaso de la silla de ruedas y el alfil. Empezaba a sentirme bien. Tanto fue así, que puse un nuevo carrete en la cámara y decidí recorrerlo para fotografiarlo.

A primera vista, las fachadas de las pequeñas casas, donde no vivía más de una familia que por su tamaño llegué a deducir, estaban bastante bien conservadas. No habían sufrido tanto daño al paso del tiempo como las paredes de Ardabán… Era un pueblo mas viejo me atreví a aventurar, y sin embargo, mas resistente que el joven Ardabán.

Como digo, había alguna casa que tenía dos alturas, o como mucho, planta baja y una especie de buhardilla. Pero eso, lo comprobaría un poco mas tarde cuando me adentrara en ellas. De momento, solo eché una ojeada al entorno. Fotografié la naturaleza unida a la construcción del hombre. A las paredes de esas viejas casas. Como un reconocimiento previo de la zona. Zona que por cierto, se iba oscureciendo cada vez más prontamente. Pero no le di importancia, la fascinación me tenía cautivado.

Entré en una de las viviendas que había a la izquierda, para fotografiar sus interiores. La luz casi no vencía la oscuridad que allí dentro se concentraba. Para evitar cualquier tropiezo, decidí encender la linterna que portaba encima. No alumbraba en gran cantidad, la oscuridad, que parecía como más densa de lo normal, se tragaba la luz que emitía mi linterna. Hubo algo que me sorprendió… Había mobiliario casi intacto todavía. Eso sí, lleno de polvo, sin duda.

Parecía un lugar abandonado de la noche a la mañana… Había unos juguetes al lado del sofá. Quizás los más pequeños de la casa algún día dieran paso a las horas muertas de su infancia jugando con aquellos viejos juguetes, ya hoy, anticuados… Iba a paso lento, no quería tocar nada, mover nada… La casa, no era apenas grande, pues al cruzar la puerta, ya estás dentro de esa especie de salón receptor podría decirse.

Había alguna silla, que otra y un viejo sofá reclinado con un balón de futbol sobre él. Sin duda, en esta casa hubo niños. La cocina, era un lugar pequeño, el cuál, todavía mantenía algunos armarios y utensilios de cocina. Por mi experiencia, en casas y pueblos abandonados, lo típico a esperar en estos casos son cajones abiertos, armariadas rotas, pintadas… Pero, al menos, en esta casa, estaba todo en perfecto estado. Pero era normal que estuviera así. Este lugar está sentado en una zona que yo creo que ningún vándalo todavía a explotado. Diría que es una zona virgen todavía.

Salí de la casa para adentrarme en otra. Sin dudas, el lugar prometía grandes fotos y un reportaje tremendo. Cuando salí de la casa, en la explanada, cubierta de árboles y vegetación, ví un tractor antiguo. Antiguo, pero no viejo. Es decir, se podía apreciar perfectamente que no era un tractor moderno, de los nuevos tiempos, pero tampoco de los primeros. Y sobretodo, para la edad que tenía y para estar a la intemperie… Se mantenía en un perfecto estado. Me sorprendió un poco, porque juraría que no lo había visto en mi primer reconocimiento, cuando realicé las fotografías. Estaba seguro, de que ese tractor, voluminoso además, no estaba ahí. Pero fuere como fuere, iba a ser primer plano de mi objetivo.

Me arrodillé, enfoque, y jugando una pizca con las luces y sombras propias del lugar, lancé el flash que pararía el tiempo para robar la imagen de aquel vehículo agrícola. Me acerqué al mismo para realizarle otras de más cerca. No sabría explicar el porqué, pero, sentí como empatía por aquel vehículo… Verlo allí, sin rueda trasera, con el resto de las ruedas en pésimo estado, sin aire ni fuerza para mantenerlo en pie casi… Cubierto de polvo y algo de óxido, pese a que poco… Parecía que me mirara a la cara y me dijera, por favor, ayúdame… Necesito ayuda.

Eso sí, vi otro detalle muy curioso, que daba mas fe a mi teoría de que este lugar, tuvo que ser abandonado de la noche a la mañana, o bien, de un instante a otro. Y digo esto, porque, el tractor, tenía las llaves puestas todavía. Estaban en el contacto. Como si el campesino que sobre el recorrió esta zona, por cualquier motivo, o razón, parara aquí su tractor, bajara de el, y huyera… La imagen es desoladora a su modo…

Sin querer darle mas importancia al tractor, que no se por que razón extraña me empezó a dar mal estar en el estómago, me adentré de nuevo en la casa de la derecha. Esta, al igual que la anterior, estaba totalmente a oscuras. Encendí mi linterna, y alumbré. Ví que había una pequeña ventana que daba a las afueras. Y decidí abrirla para dar paso a la luz a través de aquellos sucios cristales. Cristales, que de nuevo, curiosamente, no estaban rotos… Y, no sé si el lugar me empezaba a afectar de un modo u otro, o era la falta de sueño por la incomodidad de la noche anterior en el coche… Pero, cuando abrí la ventana, y miré a través del cristal, observé que el tractor estaba unos metros más avanzados de donde estaba hacía no más de dos minutos.

Extrañado, muy, extrañado, salí como con rabia, como en conflicto con mi voz mental que me decía que todo eran paranoias mías, buscando así quitarme la razón. Pero si algo era, es cabezón. Y salí de la casa, me volví a posar donde me posé para fotografiarlo, y realicé otra foto. Como antes de esta, no había realizado ninguna otra, decidí abrir el menú de la cámara y ver una foto y otra. Buscar en las fotos algún detalle que confirmase que no estaba loco y que el tractor, se había movido impulsado hacia delante. Mi mente me llamaba loco, pero no. ¡No estaba loco joder!

Por si fuera poco, la cámara se bloqueó. Sin motivo aparente, empezó a fallar la batería. Batería al cien por cien de energía. Reintenté encenderla, se encendió, marcaba cien por cien de energía, y sin embargo, se tornaba a apagar.

Cabreado conmigo mismo, o con mi voz mental mas concretamente, seguido de la maldita cámara que ahora me estaba tomando el pelo, me fui a otra casa. En esta, la luz fluía libremente en su interior. La linterna aquí se veía eclipsada a los rayos luminosos que entraban por las numerosas ventanas que había en la casa. La que aparentemente era más grande que las dos anteriores. Me puse a caminar entre objetos tirados por los suelos y algún que otro escombro.

Esta casa, tenía detalles curiosos, que imitaban a la famosa casa de Winchester. Tales como, una escalera que no conduce a nada, una ventana en el suelo, una puerta en la planta de arriba que da a la fachada exterior, por la cual caes si te asomas… Esto, fue algo que me dejó muy, muy inquietado, tanto que no intenté ni fotografiarla, salí de allí a paso ligero con mi mirada al frente.

Salí (por la puerta de nuevo) al exterior y noté un helor tremendo. Como un escalofrío, pero fue mas como una brisa fina de aire muy frío. El cielo parecía algo encapotado, aunque todavía había algo de luz. Miré mi reloj y, para mi sorpresa, estaba parado. Marcaba las seis y dieciséis concretamente… Pensé; cojonudo, perdido en la nada sin saber la hora… Sin saber por que, me empezaba a sentir cansado. Entré en otra casa, la cuál tenía una pequeña cuadra tras la cocina, pues el olor a animales, reciente además para mayor inquietud, era perceptible. Me asomé para ver si quizás quedaba alguna gallina, conejo, o simplemente, ver que había y fotografiar el lugar. 

Solo os diré que desperté en mitad de la noche, en un colchón deteriorado, sucio, sin sabanas… Sin saber cómo había acabado ahí… Lo que recordaba fue abrir la pequeña puerta que había en la cocina hacia la cuadra y ver algo que me paralizaría el cuerpo de tal manera que me parece me hizo caer al suelo, probablemente golpeándome la cabeza. Aun así, recuerdo lo que vi. Y lo que vi fue un pequeño corral de apenas cuatro metros cuadrados lleno de sucia paja de podredumbre olor y… Un niño de diría yo seis u ocho años, encadenado al cuello con una cadena que lo mantenía sujeto a la pared. Su cuerpo estaba en avanzada fase de descomposición. Aunque algo que también me impresionó fue el dibujo que había en la pared que parecía hecho con tiza blanca, era una torre, pero no una torre normal, si no tal cual esta dibujada en el ajedrez.

Cuando me levanté del colchón, me volví a sentar, frotarme los ojos, llevarme las manos a la cabeza e intentar calmarme. El miedo, se había apoderado de mí por completo.

Estaba en un lugar que puede que nadie conozca, con el reloj parado, tan solo con una linterna, y en una casa abandonada, en la que despierto tras ver el cuerpo de un niño en un corral y me desmayo llevándome un fuerte golpe en la cabeza. He creído ver que un tractor sin una rueda se movía, una risa de niño, un payaso que aparece y desaparece dejando a su rastro fichas de ajedrez, casas abandonadas con mobiliario casi perfecto, cambios de temperatura sin aparente significado ni motivo…

Intentaba calmarme. Calmarme como fuese. Me dije a mi mismo, ha sido una pesadilla, estoy seguro. Recuerdo que tras salir de la segunda casa, me sentía bastante cansado. Seguro que vi el colchón y no me importó reposar mi cuerpo y mente en el por un momento buscando recuperar fuerzas… De no ser así, ¿quién me había recogido y traído hasta aquí?, era completamente absurdo. No tenía sentido alguno. Ninguno. Algo mas calmado, con el corazón un poco mas relajado, probé a encender mi cámara. Y, en esta ocasión, si funcionaba, y su batería, estaba al cien por cien. La leve y poca luz que desprendía la pantalla de la cámara me cegaba la vista casi, pues el lugar era oscuro, no habían ventanas, y no podía ver apenas nada de lo que había a mi alrededor. 

Decidí antes de volver a ponerme en marcha, y buscar como salir de la casa, zanjar el tema pendiente que con mi mente tenía todavía abierto. El tema del tractor. Abrí el menú de la cámara y me dirigí hacia las fotos del tractor. La primera, la observé, y busqué en ella algún detalle que me sirviese como guía para medir la posición del tractor. Fijando mi vista, decidí guiarme por el árbol que había detrás de el. Desde la posición que lo fotografié, el tronco del árbol, quedaba a la altura del asiento.

Pasé a la siguiente y mi corazón dio un salto y un bombeo acelerado, haciendo que la fuerza de mis manos dejara débiles a los dedos que la sujetaban. Aterrizó en el suelo, dándose un golpe considerable. Afortunadamente, sin sufrir ningún daño. El motivo de ello fue lo que había en la segunda foto que realicé al tractor: Había un hombre trajeado al volante del mismo. Pero, había algo aún más escalofriante en aquella imagen: Aquel hombre, en el lugar donde tenía que tener su cabeza tenía la de un caballo blanco de ajedrez.

No daba crédito. ¡No daba crédito! La sorpresa y reacción no era para menos. ¿Qué demonios hacía un hombre decapitado, vestido de traje y corbata a los mandos del tractor? ¿Quién, o mejor dicho, qué cojones estaba jugando conmigo?... La fotografía no engañaba. No era una visión. Era real, como todo lo que en este lugar venía pasando.

Eso fue la gota que colmó el vaso y que terminó por quebrarme la mente. Empezaba a ver cosas auras, abstractas, sin explicación alguna… Solo quería salir de allí cuanto antes. Pero para mi desgracia, era de noche. Y por si fuera poco, me encontraba en una casa en la que no había estado todavía. Encendí mi linterna y, luchando por mantener la calma y la mente serena, busqué la puerta de la habitación en la que me encontraba para salir de ahí.

Como esa misma tarde en la primera casa que entré, la luz de mi linterna no estaba a la altura suficiente para combatir contra la densa oscuridad que había. Alumbré la habitación, la cual no estaba tan desastrada como esperaba. Había una chimenea con cenizas y viejos troncos todavía por quemar. Con dos figuras de santos en ella, una en cada rincón, chamuscadas… Cómo no, que podía esperar de este lugar sin sentido alguno… De este territorio perdido en la mano de dios, entre la fina línea de la realidad y el más allá…

Al abrir la puerta, con cuidado, y con miedo de hacer ruido incluso… Pude ver en lo lejos del pasillo que me esperaba delante de mí, cruzar una silueta blanca a paso lento, creí distinguir un centro un cetro en una de sus manos, pasó de largo, pero lo ví suficiente tiempo como para que mi corazón latiera tan fuerte que parecía que fuese a estallar.

Aun así, la necesidad más que las ganas de salir de ese lugar, me dio la fuerza para avanzar por ese corto, pero largo y extenso pasillo. Una ventana situada en el centro del mismo, era el único lugar por el cuál podía asomarme y ver dónde demonios me encontraba. Me acerqué a ella, y en esta ocasión, ahora creo que hecho a propósito inclusive, estaba perfectamente limpia, impecable, sin restos de suciedad, como si el cristal lo hubiesen puesto ese mismo día horas antes, buscando así poder ver con nitidez lo que me esperaba allí fuera. Pero eso, era lo que menos me importaba. Pude observar, que la oscuridad cernía el lugar, lugar que seguía rodeado de vegetación y árboles. Con menos casas en sus alrededores que las anteriores, a la entrada del pueblo. Sin duda, estaba en otra parte del ¿tablero? Todo me estaba dando a pensar que algo o alguien intentaba hacerme jugar al ajedrez, pero al parecer era con otras reglas, y con unas fichas un tanto macabras...

Sin duda, casi sintiéndome un zombie, busqué salir de allí como fuese. Crucé el pasillo. Que me condujo a otro que bifurcaba a la derecha e izquierda. La luz de la linterna, se perdía en la corta distancia oscura de ambas direcciones. Por lo cual, debía elegir una dirección. Así pues, me decidí por la derecha. Tras caminar un poco, pues parecía mas largo de lo que realmente era, me condujo a una puerta. La que abrí con la esperanza de que me esperaran detrás unas escaleras hacia abajo.

Pero, más que unas escaleras hacia abajo, encontré un nuevo golpe que me dejaría más noqueado, con más ganas de llorar, llorar lágrimas que por la situación era incapaz de soltar. Me sentía una víctima atrapada como en una película. Me sentía débil, sin fuerzas, quería echarme a llorar de desesperación en el suelo y pensar que todo esto no era más que una pesadilla.

La imagen atroz y nuevamente abrupta, fruto no mas que de la mente más cruda, bizarra y retorcida, allí estaba. Como si una obra de arte atroz se tratase. Ante el espejo, yacía un hombre, con el cuello retorcido ciento ochenta grados por completo, allí plantado de pié, portando una máscara de smiley sonriente, con unas tijeras que travesaban su cabeza… En la taza del váter, una cabeza de cerdo sobresalía por dentro del retrete y como colofón de la escena, una lo que creo era mujer, vestida, o disfrazada de oso panda.

Sin pensármelo dos veces, sin mirar, ni dejar la razón funcionar eché a correr en dirección contraria haciéndome tropezar con un viejo reloj de péndulo. Casi por su tamaño ocupaba todo el ancho del pasillo dificultando el paso por el mismo.

Bajé las escaleras tan rápido como fui capaz, me apoyé en la pared buscando recuperar el aliento, calmar el cuerpo y la mente para ser capaz de retomar el control.

Mientras mi espalda mantenía el peso de mi cuerpo reposado en la pared, se deslizó hasta quedarme sentando en el suelo. Si pudiera haberme desdoblado en ese momento, habría visto a un hombre abatido, sentado en mitad de la oscuridad, en una casa enorme a priori, con una linterna de débil potencia para la fuerza de la oscuridad que reinaba el lugar, con la esperanza disuelta, con la mente rota en mil pedazos, con la fe perdida, las fuerzas abatidas, las lágrimas ocultas por miedo a salir… Vería un hombre hecho añicos por dentro, pero de una pieza por fuera.

Sentado en el suelo, me puse en posición fetal, ocultando mi cabeza entre las rodillas, mientras mis brazos aprisionaban con fuerza mis piernas. Era como buscar un abrazo a mi mismo a la vez que buscaba huir de ese lugar, mentalmente al menos por unos instantes… El silencio se podía escuchar. Era el lugar perfecto para meditar, añado ahora como tétrica y macabra anécdota de mi angustia en ese momento… Lloré en silencio, buscando no hacer el mínimo ruido posible. Se que algo había en ese lugar. Ya fuese humano, inhumano, espiritual, astral u obra del mismísimo demonio… Mi mayor miedo era que pudiera lastimarme, o peor quitarme la vida.


Pasados unos instantes, alcé mi cabeza y miré al frente y a mi izquierda. Cogí la linterna que a mi lado yacía abandonada, y enfoqué. Se podía apreciar una escalera, que desembocaba en una ventana que había en el techo, con manchas de sangre recientes en los escalones… No quería admitirlo pero, si, lo que al final de las escaleras había era un caballo de ajedrez blanco de dimensiones medianas que parecía mirarme fijamente.

La linterna cayó al suelo del susto, me agaché a por mi linterna. Volví a alumbrar con mi linterna y allí estaba el caballo blanco, solo que esta vez, estaba manchado de una sustancia roja. Llamadme loco, pero creo que era sangre.

Manteniendo la calma dentro de lo posible, me dirigí hacia el final, del pasillo y baje de nuevo las escaleras, conduciéndome a mi salvación pensé, era la entrada al lugar, a mi derecha había una entrada al salón y a mi izquierda, a lo que parecía otro salón mas pequeño. Obviamente, me dirigí hacia la puerta. Pero no la pude abrir. No había forma de abrir esa puerta. La aporreé sin importarme ya que pudieran oírme o no… La angustia empezaba a tener un sabor amargo y pastoso en mi boca… Los nervios me hacían tiritar… No pensaba con claridad…

No quería esperar a la mañana en esa casa, en cualquier otra pero en esa por favor no… Así que fui al pequeño salón en busca de cualquier objeto contundente con el que aporrear la cerradura de la puerta.

Como era de esperar, en esta casa todas las ventanas estaban tapiadas con viejos tablones de madera gruesa… Estaba seguro de que lo que quiera que fuera lo que en ese lugar había, estaba jugando conmigo. Pero no podía ni tenía fuerzas para seguirle el juego. En los cajones de la cocina, no había más que trapos, cucarachas, y raro era ver algún tipo de cubierto. Cazos, ollas, sartenes… De eso había, pero qué iba a hacer con eso… Mientras buscaba en la despensa de la cocina, de nuevo un golpe seco captó mi atención atemorizándome de nuevo y acelerando mis pulsaciones hasta lo más alto.

Alumbré con la linterna hacia el lugar de donde provenía el ruido y… Vaya, falsa alarma esta vez, tan solo era la puerta del horno que se había abierto. No fue para tanto… Pero lo que si fue para tanto es lo que había dentro del horno… Una bandeja con cuatro manos amputadas, podridas casi en los huesos recubiertas por un aliño que ni se que era ni toqué ni quise saber… Cerré de un portazo el horno y salí de la cocina.

El salón parecía grande, y no quería entrar en el… Pero no tenía mas remedio, necesitaba buscar una salida. Entré en él y se podía apreciar una enorme chimenea en la pared de mas al fondo, dos grandes sillones, ya hoy ocultados bajo el polvo y bastante deteriorados, una mesa tirada, sillas esparcidas por la sala… Y alguna que otra estantería con fotografías todavía.

Eso fue algo que llamó enormemente mi atención. Ya no solo porque era el primer lugar que, por desgracia en este caso, visitaba por error, encontraba en el una fotografía. Me dirigí hacia ella. Soplé el polvo que tenía, y la froté con mi ropa para acabar de quitar el polvo que tenía.

Era una foto en color sepia, antigua… Parecía estar tomada en la puerta de afuera de la casa. En un plácido día soleado. Pero, había cosas en la fotografía que no entendía para nada. El padre, o lo que considero era el padre, su mano izquierda, que rodeaba el cuello de su hijo, especulé. Era cadavérica. Era hueso. No estaba podrida como las que encontré en el horno… Era completamente extraño, no tenía sentido. Y desde luego, un truco de cámara o manipulación no podía ser, la foto era antigua. Pero, ahí no terminaba la cosa, la foto escondía mas detalles curiosos. La madre, engalanada en un largo vestido de alto porte y con un sombrero de pluma, no tenía ojos… Sus cuencas eran oscuras y vacías. Busqué explicación a ello como fotógrafo que soy en algún juego de luces y sombras, pero, sin un análisis no sabría exactamente determinar si eso era casual o real.

El hijo, de no mas de doce años, a la izquierda de la foto, y abrazado por la mano cadavérica de su padre, vestía un traje de adinerado, de clase alta. Todo sería normal en el, de no ser por el grillete con lo que parecía una pesa de plomo o de hierro en su pie derecho. Y la niña, tenía una mirada penetrante, engalanada al igual que su madre, con un traje de alta costura y un pelo recogido y bien aseado, hipnotizaba a la vez que aterraba cada vez que la mirabas fijamente a los ojos. Y tan solo era una fotografía… Me dio mucho respeto a la par que miedo. 

Pese a ello, creo que ver esa tétrica foto me calmó un poco, me dio un atisbo de paz momentánea y de tranquilidad… Supongo que el saber que aquella casa fue en su día morada por una familia, me aportaba algo de tranquilidad… Eso si, no debía ser una familia corriente. No por lo que la fotografía muestra…

Me senté en uno de esos asientos voluminosos a la espera de que no les importara mucho a aquellas personas… Necesitaba bajar tensiones, relajar mi cuerpo e incluso dormir a la espera de que el tiempo pasase. Pues no había manera ni forma alguna de saber que hora era. Así fue que, me senté en uno de esos sillones y apagué mi linterna, buscaba ahorrar en la mayor medida las pilas. 

Tras un periodo de tiempo que para mi fue mas que largo, el silencio fue roto por un portazo. Me giré hacia la puerta del salón en dirección hacia la entrada pero no vi nada. Me volví a girar para coger y encender mi linterna. Alumbré a la puerta de entrada, que fue desde donde había venido el golpe y no vi nada… Podría haber sido el aire pensé… Aire que no hacía realmente… Simplemente, giré mi cabeza y cerré mis ojos, apretando mi puño de la mano izquierda con fuerza. Pues buscaba el deseo de que terminase aquello cuanto antes, de que el sol volviera a presentarse y así mostrarme la salida.

Casi de casualidad, con la linterna alumbré un lado de la pared en la que parecía colgar un cuadro. Alumbré con detenimiento y pude comprobar que de hecho era un cuadro, y bastante grande además.

Pese al shock de la situación que estaba viviendo, decidí sacarle una foto con mi cámara. Cargué el flash y dispare. Me dejó bastante ciego además, el flash se comía la oscuridad con tremenda facilidad. Su poder era mayor que el de la triste linterna.

Me dispuse a ver el cuadro en la cámara y… Aparecía volteado. De hecho, si, había un cuadro en esa pared, mas concretamente del padre de esa familia. Aparecía el, en el campo, apoyado en su rifle de caza. Pero, en mi fotografía aparecía al reverso. No lo entendía. Comprobé los parámetros de la cámara y estaba todo correcto. Alumbré con la linterna y el cuadro allí estaba. Derecho. Era increíble…

Por instinto me giré a mirar la fotografía que antes había visto y, el marco estaba vacío. ¿Dónde coño estaba la fotografía? Es entonces cuando supe que no quería estar mas tiempo allí, quería salir. Me dirigí a la ventana e intenté buscar algún tablón débil el cual poder romper o desclavar… Pero me fue imposible.

En una repetida visita inútil, retorné a la cocina en busca de cualquier cosa que pudiera servirme para hacer palanca. Removí todo de nuevo una vez mas, para terminar no encontrando nada. Nada excepto cuando abrí la nevera que allí había. Era una nevera bastante vieja en comparación con la cocina. Pues esta ya tenía horno incorporado inclusive… Tampoco encuentro sentido a estos electrodomésticos en los tiempos que parecen situar la casa. Y, lo que aun es más raro todavía, de donde sacaban la toma de luz… Todo no era mas que un cúmulo de sucesos inconexos, incoherentes, sin sentido alguno… Y, no se que esperaba encontrar dentro de una nevera abandonada, pero, supongo que cualquier cosa menos lo que en mi retina se grabó…

Abrí la puerta de la dicha nevera y me encontré con unos barrotes de acero a modo de prisión con el cadáver de una niña mutilada en su interior. El hedor y la grotesca imagen me echaron atrás casi de un salto. Cuando pude recuperarme un poco, cerré aquella puerta e intente no vomitar…

Mientras, medio agachado, permanecía con las manos en el estómago haciendo el mayor esfuerzo posible por no vomitar, se pudo oír el trote de un caballo afuera de la casa. Eso, me  hizo incorporar de nuevo con rapidez. La angustia fue olvidada al momento, y me dirigí  a la puerta de entrada. Habiendo faltado escasos dos metros para haber terminado posiblemente herido… Pues la puerta se abrió de un disparo en el pomo. Grité del enorme espanto como nunca antes, y acabé en el suelo tirado por el susto.


Con el tembleque de la linterna en mi mano, apunté hacia la puerta que permanecía abierta unos centímetros. Pero no la abría nadie… Y el relinchar del caballo se hizo mudo. Pasados unos instantes, me arrimé con sumo cuidado arrastrándome por el suelo con la luz de la linterna apagada, hasta la puerta. Buscaba asomarme por ella y ver que demonios había ahí fuera.

Así que me deslicé y al llegar, desde el mismo suelo, como si una vulgar serpiente fuese, asomé mi cabeza un poco sin abrir la puerta más… Podía ver los árboles y la tenue y blanquecina luz de la luna que se dejaba caer… Ni ruidos de caballos o animales ni nada. Confiado comencé a abrir la puerta con suavidad. Pero la suavidad no iba a impedir que las bisagras chillaran como de dolor… Seguía sin ver nada, y me pasé a la pared de al lado, como si buscando cobertura a disparos en una guerra buscase. Se me ocurrió poner la cámara en el suelo, con el obturador automático, dejarla fuera de la puerta, y que fotografiara lo que fuera había. No me atrevía a sacar un solo pie. Siendo lo que más deseaba.

Activé el obturador automático y tras unos segundos disparó el flash. Recogí la cámara y observé que es lo que había capturado. Para mi sorpresa, lo que iba a ver no me iba a gustar nada. En la fotografía aparecía un caballo relinchando sobre sus dos piernas traseras, con una de las dos delanteras amputadas, siendo montado por una persona nuevamente trajeada sin brazo y cuya cabeza era de nuevo otro caballo de ajedrez blanco.

No podía creerme aquello, pero tampoco me atrevía a verlo con mis propios ojos. Así que preferí esperar unos minutos hasta que aquello que hubiese ahí fuera, si es que era físico, se largara asustado por el flash de la cámara.

Pensé yo, inocentemente en ese momento… Y pasado un largo rato, me atreví a asomar la cabeza poco a poco, viendo así que no había nada. Tan solo el raso de la noche, los árboles y el silencio absoluto. Me volví a salvaguardar, y respiré hondo, sonriendo a la vez. Pues tenía la puerta abierta al fin, nadie en el camino y la noche ofrecía una tenue luz, suficiente para ver por donde pisar en mitad del bosque. O podía quizás que estuviera amaneciendo incluso ya.

No quería esperar más, así que, sentado allí, apagué mi cámara y tomé mi linterna. Esto sería lo que se llama el momento preciso en el justo momento. El silencio fue eclipsado por el sonido del viejo reloj de la segunda planta, aquel con el que tropecé en mi huida del baño en mitad del pasillo. Marcó lo que pude contar como cinco campanadas. No imaginé que podría funcionar. Sin duda, no me iba a parar a preguntármelo ni averiguarlo. Aquello era una buena noticia, volvía a tener una orientación horaria al menos. Eran las cinco de la madrugada, en cosa de dos o tres horas amanecería. Pero para entonces, yo ya iba a estar lejos de esa casa. Las cosas no podían ir mejor.

Me giré un momento para observar detenidamente la casa, cuando de repente por cuestiones del destino, la linterna de mi cámara, que se encontraba colgada en mi cuello, apunto hacia una de las ventanas del piso inferior, en la que se podía leer lo que sería una frase; aunque la letra no era muy clara ni perfecta pero ponía; yer la euqaJ. No sabía que idioma era ese, pero no le di bastante importancia, ya que quería huir de esa casa cuanto antes.

Me posé ante la puerta dispuesto a salir sin mirar atrás y era tremendo lo que mis ojos vieron… De la impresión di un salto hacia atrás. Lo que ví no fue nada tenebroso, ni terrorífico ni otra de esas escenas grotescas y sin sentido que estaba viviendo y viendo… Eran ocho maniquíes blancos, en perfecto estado, mirando hacia donde yo me encontraba y a dos maniquíes negros bastante destrozados mirando hacia la misma dirección que yo.

Pero me daba igual, no pensaba quedarme más, y me iba a enfrentar contra todo lo que se antepusiera en mi camino, sin importar el grado de surrealismo que pudiera tener el acontecimiento.

Me adentré entre los árboles que habían mas adelante, en una corta pero intensa carrera. Tan solo fueron unos metros, no muchos, pero me parecieron kilómetros. Me apoyé en un árbol para tomar algo de aire, y ver que dirección tomar. Pero, estaba jodidamente perdido… No sabía como había llegado a esa casa, por lo tanto, no sabía como retomar el camino de vuelta. En una situación como aquella, lo último que quise era esperar a que amaneciera para poder ver con más claridad. Decidí ir hacia el norte, todo recto, hasta encontrar algún río, o alguna zona abierta donde poder observar y ver que dirección tomar.

Tras horas caminando entre árboles en mitad de la madrugada, los primeros rayos del sol empezaban a filtrarse entre el follaje de los árboles… Eso era como agua para un disecado. Subió mi moral y esperanza, sin duda.

Calculé que el sol pudo salir sobre las siete y media aproximadamente… Tan solo buscaba algo de orientación horaria. Seguí cansadamente caminando y caminando… Todo eran árboles y mas árboles. Hasta que vi lo que parecía una especie de refugio improvisado en lo lejos. Eso achispó mi animo y me dirigí hacia allí con paso ligero esperando poder encontrar  algo que beber o comer, pues el cuerpo empezaba a demandarme energía.

Mientras mas me acercaba, la densidad de árboles era menor, eso dibujó en mi rostro una sonrisa. Sonrisa que hacía ya horas que no esbozaba. Mientras me acercaba, pude ver algunas herramientas agrícolas. Una de ellas una carretilla. Estaba vieja, y deteriorada, pero era obvio, estaba a la intemperie…

 A más proximidad, el aire se enrarecía más, pero, esta vez, iba acompañado de un olor bastante pudiente. Un olor como a podrido o como óxido. Azufre diría… Cuando pasé por al lado de la carretilla, tenía allí una nueva sorpresa que me recordaría que no todo había acabado. En ella había una cabeza de caballo amputada y pintada de blanco… En cosa de segundos, la cabeza, abrió uno de sus ojos e hizo intento de gemir, rompiendo el silencio con un leve aullido que no hizo otra cosa que de nuevo resaltarme y removerme el estómago.

Pasado eso, no quise borrar de mí la esperanza de que podía no ser más que una gamberrada o que podría tener alguna explicación aquello. Por lo que seguí con la idea de meterme en aquella casa de madera.

Delante de la casa, había una fosa, poco profunda, con una pala clavada en su alrededor. Parecía que fuesen a enterrar a alguien o algo. Pensé que podría haber alguien, lo que sería bueno. Pero, por otro lado, el temor y el miedo me volvieron a invadir. ¿Y si me encontraba con algún psicópata? Esa idea me borró de nuevo la sonrisa del rostro y mermó mi esperanza de nuevo.

Con mucha precaución de hacer ruido o de ser visto, me fui acercando hasta la fosa, mi intención era apoderarme de la pala y usarla como arma si alguien venía a por mí.

No había nadie por los alrededores, y por primera vez, oí el piar de algunos pájaros en la lejanía. El final de mi viaje estaba cerca. No había duda. Armado con la pala, o mas bien, con la pala en mis manos, me dirigí hacia la puerta, abriéndola con delicadeza para poder ver que en aquel lugar su único habitante era el abandono. No entraba mucha luz, pero parecía ser una casa bastante bien iluminada durante el día.

No era grande, pues tan solo tenía una habitación a la izquierda, y la enorme sala de entrada. Sin duda, parecía un refugio de guardabosques abandonado. No había muebles en la entrada, ni nada extraño esta vez, volvía a tener esperanza.

Entré en la habitación de la izquierda, la cual carecía de puerta, y estaba casi completamente a oscuras, parecía no tener ventanas. Encendí mi linterna y vi un sofá encarado a una chimenea apagada, con alguien sentado en el. Me paralizó unos segundos, pero, llevaba la idea y esperanza de encontrar a alguien. Por lo que, mis palabras fueron simples, -¿Hola? ¿Señor? ¿Hola? Perdone que le moleste, ¿Señor?

En vista de la ausencia de respuesta, en contra de mis voces interiores, me acerqué a el. Alumbré con la linterna, y lo que vi no era más que un cadáver de hueso y piel reseca en la cual algunas moscas y larvas compartían manjar. No tenía respuesta ni explicación a que hubiera un cadáver en el sillón sentado. Pero, después de todo lo visto y vivido… ¿Servía de algo buscarle explicación? Pensé que no…

Era extraño, la habitación no olía mal, no olía a podrido… Pero no le di mayor importancia a eso en aquel momento… Pude fijarme, que la habitación si contaba con una ventana. Pues el día se iba abriendo paso y la luz del sol con el. La ventana de madera que privaba el paso a los rayos matutinos estaba cerrada con cerrojo.




La abrí y la habitación cobró vida. Volvió a ver la luz en mucho tiempo, ahora si podía verse todo con más claridad. Pero al girarme, en la pared del fondo, con sangre podía leerse el poema que aun recuerdo;

"Es el fin del camino.
No hay posible retorno
Simplemente lo afirmo.
Me ha matado el entorno.
Ha quebrado mi mente.
Y destrozado la razón.
Busqué ser digno oponente.
Pero solo fui un peón.
Eso no me dejara marchar.
Aunque mi vida ate
No me podré soltar
Sinceramente, Jaque mate."

Ahora entiendo aquellos versos… Y ahora entiendo irónicamente, de un modo retorcido y guasón, tachando a eso de la mente más macabra y retorcida. Que el poema de su primera, o ni imaginar quiero que número de victima pudiera ser, formara parte de su obra… Marcando así el fin de la partida. Arrebatándote hasta el último halo de esperanza.

Y digo esto, porque, lo último que recuerdo de aquel momento, es que me dirigí hacia la salida y acabé sin saber como,  despertando en el sofá donde yacía el cuerpo de aquella persona putrefacta, me levanté algo desorientado sin saber que demonios me había pasado y me dirigí a la salida. En ella, me esperaba este montón de folios y este bolígrafo con el que redacto todo esto… Mi linterna y mi cámara de fotos habían desparecido.

Pero no me importaba en lo mas mínimo. Solo quería salir de allí. Cogí los folios y el bolígrafo, casi por impulso inducido. Y me puse a caminar. Me dolía mucho la cabeza al principio, veía borroso de vez en cuando, las piernas me pesaban cada vez más. Me costaba dar un nuevo paso… El estómago me rugía… Sentía la debilidad y la flaqueza en mí. Entonces, me senté bajo este árbol, y con mis últimas fuerzas me dispuse a dejar mi adiós. Pues como decía el poema, jaque mate.

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